Nueva York. El presidente más polarizador de la era moderna convocó hoy a la unidad nacional, autoexaltó su labor durante el primer año de su gestión, invitó a resolver la situación de los dreamers a cambio de un gran muro y reducir el número de inmigrantes, y declaró que este es “nuestro nuevo momento americano” en un informe que estaba envinado con referencias a familia, patria, bandera y Dios.
El ritual anual del discurso del Estado de la Unión -tal vez el evento público de mayor perfil para un presidente- se ofreció esta noche en el Capitolio ante ambas cámaras del Congreso, los integrantes de la Suprema Corte, el estado mayor y todo menos un integrante del gabinete (el “sobreviviente designado”, se le dice), con una coreografía muy elaborada y donde casi nunca hay una sorpresa por diseño, aunque con este presidente, nadie estaba de todo seguro si Donald Trump seguiría o no el guión (lo hizo).
En su primer discurso del Estado de la Union, Trump intentó ser “presidencial” con un mensaje algo esquizofrénico: el presidente más divisivo llamó por la unidad para el bien del futuro de Estados Unidos, afirmando que “juntos estamos construyendo un Estados Unidos seguro, fuerte y orgulloso”.
Después de llamar a que los políticos “pongan de lado nuestras diferencias, buscar terreno común, y convocar la unidad que necesitamos para cumplir con el pueblo que nos eligió para servirle”, ofreció una serie de propuestas que dividen a este Congreso y son rechazadas por una mayoría de la opinión pública, desde salud a migración a guerras.
Insistió en que “durante el último año hemos intentando restaurar los lazos de confianza entre nuestros ciudadanos y su gobierno”, sin mencionar, obviamente, que las encuestas registran cada vez mayor desconfianza y reprobación del presidente.
Resaltó el auge económico y dijo que fue en parte resultado de que cumplió con su promesa de promover “los recortes más grandes y la reforma de impuestos más grande de la historia estadunidense” e insistió en que “nunca ha habido un mejor momento para empezar a vivir el sueño americano”.
Trump se autocongratuló afirmando: “hemos eliminado más regulaciones en nuestro primer año que cualquier administración en la historia de nuestro país”.
Declaró que el país ya “volteó la página finalmente sobre décadas de acuerdos de comercio injustos que sacrificaron nuestras prosperidad, y trasladaron fuera nuestras empresas, nuestros empleos y la riqueza de nuestro país”.
Migración
Trump reiteró su propuesta presentada la semana pasada, donde a cambio de ofrecer una ruta hacia la ciudadania a 1.8 millones inmigrantes indocumentados que llegaron como jóvenes (los llamados “dreamers”) demanda un muro fronterizo, fin a la lotería de visas y anular el sistema de otorgar prioridad a familiares de inmigrantes que ha prevalecido durante décadas. Fue la misma propuesta que ya fue rechazada por legisladores demócratas, defensores de inmigrantes y los propios dreamers.
Una vez más, calificó la inmigración como un asunto de seguridad nacional, enfatizando los atentados terroristas cometidos por extranjeros y los delitos violentos por inmigrantes, sobre todo los jóvenes. Convirtió al MS-13 en un tipo de amenaza nacional nivel nacional.
Insistió en que ante todo, se debe “defender” a estadunidenses en este asunto, “porque los estadunidenses son dreamers también”.
Política exterior
Insistió en que “al reconstruir la fuerza y confianza de Estados Unidos en casa, también estamos restaurando nuestra fuerza y posición en el exterior”.
“Alrededor del mundo, enfrentamos regímenes villanos. grupos terroristas y rivales como China y Rusia que retan a nuestros intereses, nuestra economía y nuestros valores”, declaró -y después amplió sobre la amenaza que representa Corea del Norte- y por lo tanto, pidió elevar el gasto militar y modernizar el arsenal nuclear-“ojalá nunca tengamos que usarlo”- y proceder con la lucha antiterrorista. En este contexto, anunció que hoy firmó una orden ejecutiva para mantener abierto el centro de detención de “combatientes enemigos” en Guantánamo.
Denunció que “decenas de países” votaron en contra de su decisión de reconocer a Jerusalén como capital de Israel a pesar de que Washington les brinda asistencia internacional, y por lo tanto solicitó al Congreso aprobar una legislación para asegurar que fondos de asistencia exterior “siempre sirvan a intereses estadunidenses”.
Declaró que al “fortalecer nuestras amistades… también estamos restaurando claridad sobre nuestros adversarios”, y en ese contexto mencionó la necesidad de una posición más firme sobre Irán y, en la única mención de países del continente americano, recordó que su gobierno impuso sanciones firmes “sobre las dictaduras comunista y socialista en Cuba y Venezuela”.
En su discurso de una hora y 20 minutos, donde fue constantemente visible la ausencia de unidad entre republicanos y demócratas por quienes se levantaban para aplaudir y quien no, fue notable por su ausencia cualquier mención de la investigación sobre la mano rusa en las elecciones que han perseguido a este presidente desde que llegó a la Casa Blanca.
En su lugar de eso, ofreció repetidas frases sobre la grandeza de este país y de su pueblo -del cual se presentó como portavoz- y la necesidad de que todos respeten su bandera y el himno nacional.
Afirmó que “juntos estamos redescubriendo el American way”. Subrayó que “en America, sabemos que fe y familia, y no gobierno y burocracia, son el centro de la vida americana. Nuestro lema es ‘en Dios confiamos’”.
Disidencia
La voces, expresiones y actos de protesta y disidencia contra el gran unificador se manifestaban dentro y fuera del Capitolio. Defensores de inmigrantes y varios dreamers fueron invitados por legisladores como sus huéspedes para observar el discurso desde la galería dentro del Capitolio, mientras afuera en la capital y otras ciudades hubo actos de protesta de agrupaciones inmigrantes y sus aliados.
Dentro también, varias legisladoras demócratas se vistieron de negro -como lo hicieron actrices y otras en eventos recientes- para expresar su solidaridad con el movimiento de #MeToo denunciando el abuso y hostigamiento sexual por hombres poderosos en todos los ámbitos -incluyendo el ocupante de la Casa Blanca.
La senadora Kirsten Gillbrand de Nueva York tuvo como su invitada a Carmen Yulin Cruz, la alcaldesa de San Juan, Puerto Rico -tema que no fue mencionado por el presidente, y donde medio millón de ciudadanos estadunidense siguen sin electricidad a cuatro meses del paso de un huracán. Por su parte, la senadora Elizabeth Warren invitó a un integrante del concilio de la ciudad de Brockton: el primer inmigrante haitiano electo a un puesto en el estado de Massachusetts.
Sobre el muro del hotel Trump, que está en el camino entre la Casa Blanca y el Congreso, fue proyectada la frase “El estado de la resistencia es fuerte”.
La respuesta demócrata al informe -parte del ritual de este espectáculo- estuvo a cargo del representante federal Joe Kennedy III, nieto de Robert F. Kennedy y sobrino nieto del presidente John F. Kennedy.
Después de horas -antes y después del discurso- de comentarios sobre si esto importaba o no, la noche concluyó con Stormy Daniels, la estrella de pornografía que se dice tuvo una aventura sexual con Trump en 2006 y que aceptó un pago a cambio de su silencio sobre el asunto durante la elección de 2016, fue la invitada especial del programa nacional de charla, Jimmy Kimmel Live.
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