Ciudad de México. Los jóvenes que se vuelven parte de grupos porriles tienen la doble condición de víctimas y victimarios, pues al mismo tiempo que agreden estudiantes con plena conciencia de lo que hacen, también son utilizados por el mundo adulto para generar violencia, especialmente por partidos políticos, señalaron académicos especialistas en el tema.
Hugo Sánchez Gudiño, profesor de las facultades de Ciencias Políticas y Sociales y de Estudios Superiores (FES) Aragón, de la Universidad Nacional Autónoma de México, recordó que los grupos porriles tuvieron un origen deportivo hace décadas, cuando apoyaban a equipos universitarios de fútbol americano y soccer, pero se han transformado en grupos de choque al servicio del mejor postor.
El académico explicó que tras el movimiento estudiantil y la huelga de 1999-2000, el porrismo dejó de tener presencia cotidiana en Ciudad Universitaria y se ha concentrado en escuelas de la periferia de la Ciudad de México y su zona metropolitana, como las FES, las preparatorias y los Colegios de Ciencias y Humanidades.
“Son grupos que antes eran priístas, o al menos de ahí recibían financiamiento, pero con la entrada del PRD al gobierno local, estos grupos se vincularon con esos nuevos jefes delegacionales. Se volvieron mercenarios, al servicio de quien los financiara” –incluso con grupos de narcomenudistas–, con la complicidad de algunas autoridades universitarias, puntualizó.
Para algunos jóvenes es muy atractivo ser porros, dijo, “porque formar parte de ellos les da la posibilidad de no estudiar y pasar, de tener ingresos, de tener acceso a drogas y alcohol, a fiestas. Es una especie de posición de privilegio, en la que tienen protección de autoridades ante las detenciones y denuncias”.
Por su parte, Carlos Cruz, presidente de la organización civil Cauce Ciudadano, subrayó que en el fenómeno del porrismo “hay una utilización de los jóvenes por parte del mundo adulto, que a través de la violencia intenta controlar espacios y generar conflictos, para después ‘vender’ la solución a ellos y ejercer control político”.
El especialista en temas de juventudes enfatizó que los porros, como sujetos generadores de violencia, “son víctimas de un uso faccioso por parte de los adultos, pero también victimarios, porque no vamos a decir que no sepan qué están haciendo. En muchos casos, las carencias que viven son el caldo de cultivo para que sean cooptados, porque además tienen el incentivo de sentirse parte de algo y ser reconocidos dentro de su espacio”.