Pero en las últimas semanas ambas partes moderaron sus críticas e incluso se han dicho que están dispuestos a trabajar en caso de que López Obrador gane la presidencia. De hecho, a principios de junio hubo una reunión entre él y el Consejo Mexicano de Negocios (CMN), a cuyos miembros había calificado de “minoría rapaz”.
Durante años, los empresarios de la élite han llamado a AMLO “peligro para México”. Eso, por ahora, es cosa del pasado.
De los enfrentamientos y las críticas mutuas pasaron al acercamiento.
Tras más de una década de una constante confrontación y descalificaciones, la clase empresarial mexicana y el izquierdista Andrés Manuel López Obrador parecen haber guardado los tambores de guerra y decidido dar paso a una tregua. Y no es que hayan conciliado sus diferencias ni que ahora piensen igual, sino que la razón está más cercana a un cálculo político de ambas partes de cara a las elecciones presidenciales del 1 de julio.
López Obrador, conocido popularmente como AMLO y quien intenta llegar a la presidencia por tercera ocasión, se ha mantenido desde el inicio de su campaña en primer lugar de las preferencias y a dos semanas de los comicios aparece en algunas encuestas con una ventaja de incluso dos a uno frente a su más cercano rival, el conservador Ricardo Anaya.
En política todos repiten que las encuestas no garantizan un triunfo o una derrota, pero cuando la misma persona aparece una y otra vez a la cabeza, todo indica que es momento de cambiar de estrategia.
“Es cada vez más inevitable para muchas personas de la comunidad empresarial que tendrán que hacer las paces con la administración de López Obrador, y se está volviendo igual de obvio para López Obrador que tendrá que gobernar y lograr acuerdos con gente a la que inicialmente no había considerado”, dijo a The Associated Press Andrew Selee, un analista estadounidense que por años ha seguido la situación política en México.
“Creo que es una tregua”, añadió. “En este punto sería mucho decir que es la paz”.
Durante los primeros dos meses de la campaña presidencial, las élites mexicanas –intelectuales y empresarios– repitieron una y otra vez que López Obrador es un populista que podría regresar al país a un pasado bajo un control estatal férreo, como ocurrió en la década de 1970 cuando hubo un gobierno que mantuvo enfrentamientos con la clase empresarial y la política económico derivó en devaluaciones de la moneda, una creciente inflación y finalmente crisis económica. El izquierdista criticó a algunos hombres de negocios por supuestamente beneficiarse de la corrupción al amparo del poder político e ir contra los intereses del pueblo.
En las últimas semanas, sin embargo, ambas partes moderaron sus críticas e incluso se han dicho que están dispuestos a trabajar en caso de que López Obrador gane la presidencia. De hecho, a principios de junio hubo una reunión entre él y el Consejo Mexicano de Negocios (CMN), a cuyos miembros había calificado de “minoría rapaz”.
“Se aclararon todas las dudas, se limaron asperezas y se estableció un compromiso de trabajar juntos en el caso de que el pueblo de México decida que yo sea presidente de la República”, dijo López Obrador a principios de junio, tras el encuentro con el CMN.
Alejandro Ramírez, presidente del CMN, reclamó al izquierdista sus críticas, pero tras el encuentro dijo que si es electo “lo vamos a apoyar porque todos los aquí reunidos queremos que le vaya bien a México”.
Otros grupos empresariales que alguna vez fueron críticos férreos del político ahora creen que se ha moderado.
“Hemos percibido cómo paulatinamente estas posiciones han ido migrando hacia posiciones mucho más abiertas al diálogo”, dijo a la AP Gustavo de Hoyos, presidente de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), un organismo que agrupa a más de 30 mil empresas.
“Todos los candidatos que lleguen a una posición electiva, desde el presidente de la República hasta el presidente municipal del lugar más recóndito del país, van a necesitar al sector privado, (de) eso no pueden tener duda”, añadió.
Admirado por las clases populares, a quienes ayudó cuando fue alcalde de la Ciudad de México entre 2000 y 2005 mediante diversos programas de becas, López Obrador ha sido visto con recelo e incluso temor por las élites mexicanas, incluidos los empresarios que históricamente han mantenido una estrecha relación con los partidos que han gobernado el país y que ahora el izquierdista no baja de corruptos.
En 2012 hizo un segundo intento y aunque intentó moderar su discurso, también quedó en segundo lugar.
Ahora, en 2018, ha buscado ser incluso más cuidadoso. Sin embargo, en el inicio de la campaña no dejó de lanzar ataques a empresarios e intelectuales, que critican varias de sus propuestas a las que ven como un eco de un pasado nada benéfico para el país.
López Obrador comenzó su campaña advirtiendo que de ganar revisaría –e incluso echaría atrás– las reformas estructurales que impulsó el actual presidente Enrique Peña Nieto y que han sido aplaudidas por varios, dentro y fuera de México. Entre ellas está una en materia energética, que por primera vez en más de siete décadas abrió la exploración y producción de crudo a inversionistas privados.
“Sí me causa inquietud… por ejemplo, la reforma energética”, dijo David Arelle, un empresario. “Me dedico a la energía solar… y si se termina la reforma energética puede haber problemas muy serios en este sentido”.
López Obrador también encendió las alarmas cuando dijo que cancelaría los contratos millonarios del nuevo aeropuerto internacional de la Ciudad de México. Varios empresarios lo criticaron, incluido Carlos Slim, uno de los hombres más ricos del mundo y quien tiene participación en la edificación de la nueva terminal.
Al paso de la campaña, sin embargo, los discursos han cambiado de tono. El izquierdista ha dicho, por ejemplo, que no sería necesario cancelar el aeropuerto, sino sólo impulsar que sea construido completamente por la iniciativa privada.
López Obrador ha centrado su discurso en la actual campaña en la lucha contra la corrupción. Sostiene que combatiéndola se podrán superar varios de los males que aquejan al país, como la pobreza, y se detonará el crecimiento.
El izquierdista se ha rodeado de algunos economistas con credenciales académicas reconocidas, como Gerardo Esquivel, doctor en Economía por la Universidad de Harvard y quien ha sido consultar para organismos internacionales como la ONU y el Banco Mundial. Él es uno de los encargados de intentar tranquilizar a la iniciativa privada.
“Lo que se plantea es hacer un balance más equilibrado entre lo que son las actividades del Estado y el mercado mismo”, dijo a la AP.
Aseguró que no se planea realizar expropiaciones o nacionalizaciones, y que la revisión de contratos derivados de algunas reformas –como la energética– sólo buscan determinar si se realizaron adecuadamente y no al amparo de la corrupción.
“Lo que aprendimos en estos años es que el retraimiento del Estado en la actividad económica, y dejar todo al mercado, dio lugar a un crecimiento económico mediocre y de la pobreza”, añadió.
El historiador e intelectual mexicano Enrique Krauze, quien en 2006 escribió un ensayo en el que describió a López Obrador como un “mesías tropical”, ha sido un constante crítico del izquierdista. En los últimos días, sin embargo, suena resignado a su triunfo, pero ha llamado a la gente a impedir que quien gane tenga un poder incontrolable.
“Votemos por el candidato presidencial que nos convenza, pero cuidemos que el próximo presidente no tenga la mayoría del Congreso”, dijo Krauze en un video divulgado la semana pasada. “El Congreso es el principal dique de contención para limitar el poder absoluto de un presidente”.
A pesar de los ánimos encendidos que se han presentado en la campaña, hasta ahora no ha habido movimientos bruscos de los mercados ni una caída estrepitosa del peso frente al dólar que hayan sido atribuidos a temores de que gane López Obrador. La moneda mexicana se ha visto afectada más por otros asuntos, como las tensas negociaciones comerciales y las disputas arancelarias de Estados Unidos, el principal socio comercial de México.
Alfredo Coutiño, director para Latinoamérica de la consultoría Moody’s Analytics, dijo que la relativa estabilidad sugiere que los mercados no han considerado al izquierdista como una amenaza y se están convenciendo de que ganará, además de que ven que tendría contrapesos.
“Si se estuviera viendo como una amenaza real, yo creo que ya los mercados estarían moviéndose muy fuerte y estaríamos viendo decisiones de inversiones pospuestas o retirándose”, consideró.
fuente presencia.com