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En Tzompantli, Víctor Cha’ca convierte en arte las vigas y planchas de casas colapsadas en Juchitán

OAXACA, Oax. (apro).- De la encarnación del espanto nació el proyecto escultórico Tzompantli, del artista plástico zapoteca Víctor Cha’ca, quien revela “su estremecimiento ante su ciudad (Juchitán) caída (por el terremoto) y mirar que no sólo los cuerpos tienen un esqueleto, sino también las casas”, cuyas vigas volvieron a la vida en forma de arte.

Desde la galería de arte contemporáneo Los Cien, donde el próximo viernes 30 se expondrán varias piezas de Tzompantli, el artista narra lo que significó el terremoto del 7 de septiembre de 2017 y los que le siguieron: “Me llené de miedo, de terror, cuando bramaba la tierra y las vigas caían como puñales enterrados entre las casas de los abuelos”.

Luego precisa: “Este proyecto salió cuando yo tenía el terror, el miedo, lo indecible, lo que se estaba viviendo en el terremoto, desde el 7 hasta el 23 de septiembre. Yo pensé que era valiente, pero no, ahí me llené de miedo, del miedo colectivo, de la psicosis de la gente. Ya todos pedían que se acabara todo”.

La madera que Víctor Cha’ca utilizó para su proyecto de 50 piezas incluye vigas, murillos y planchas de cinco casas tradicionales de Juchitán que colapsaron el día del terremoto. Las convirtió en piezas escultóricas, es decir, volvieron a la vida en forma de arte.

El artista explica que su obra es un homenaje a los caídos que quedaron entre los escombros del terremoto, pero sobre todo a la vida, porque las vigas salvaron a miles de personas.

“Yo quería hacer 68 u 80 (piezas), no sé cuántos (murieron), pero miles de gentes se salvaron por estas vigas. Se trabaron las puertas. Miles de gentes se salvaron de todos los escombros. No es fácil la aventura, pero espero estar vivo el próximo año y acabarla y ver la muestra que estoy haciendo”.

Ese día, insiste, “yo pensé que era un hombre valiente, que yo animaba a mis vecinos y familiares, pero llegó un momento en que ya no aguantaba el terror de esas gentes que vivían, era un terror paralizante. Estaban tirados, no querían levantarse, querían que en ese momento se acabara todo. Cuando se calmó, pensé: cómo puedo rescatar todos estos recuerdos, esta psicosis, este terror y miedo que yo sentía. Recapacité. Necesito salir de aquí para pensar mejor y retomar todo esto”.

Se refugió en esta capital y de ahí –explica– “reconté a las víctimas y solamente en Juchitán murieron más de 50 personas y a todos los conozco y a miles que se salvaron por las vigas. No pudieron salir de sus casas y las vigas hicieron el triángulo de la vida, pero quedaron sepultados muchos de mis amigos y de ahí surgió la idea de un homenaje a ellos y así poder narrar, que no quede en el olvido, sobre todo esas casas de los abuelos que se perdieron para siempre”.

A su vez, el escritor, historiador y lingüista zapoteco Víctor Cata refiere que ‘El Tzompantli de Víctor Cha’ca’ “es una mirada sensitiva ante un fenómeno natural. El terremoto, bidó’ xu, es el dios que camina dando tumbos y le arranca alaridos a la tierra”.

De igual manera, considera que la muestra “es una interpretación que no sólo vuelve tangible el dolor a través del arte, sino que lo purifica y lo embellece, le da un matiz muy particular, tal como hacían con los sacrificados, que los pintaban con estuco para resaltar lo rojo de la vida”.

Agrega: “‘El Tzompantli de Víctor Cha’ca’ es una piedra de sol que nos habla de los ciclos eternos del existir. En el mito de la creación del quinto sol, el ser humano existe gracias a los huesos traídos de la región oscura. Asimismo, de entre los escombros de las casas centenarias brotó la vida; del corazón caído del chicozapote, el Tepehuaje y el granadillo surgió no un nuevo ser, sino cincuenta nuevas obras. ‘El Tzompantli de Víctor Cha’ca’ es un libro labrado que documenta el fin y el nacimiento de un ciclo: calavera que nos mira desde una estaca torneada”.

Explica: “El Tzompantli era una hilera de cabezas o bandera de cráneos. La imagen impresiona: cuerpos muertos, cabezas arrancadas, calaveras perforadas en los parietales, dientes quebrados, cuencos vacíos, y la sangre, la sangre a borbotones. Eso es lo evidente del Tzompantli, pero detrás de ella hay una metáfora, una sutileza: es el culto a la vida. ‘El Tzompantli es una ofrenda al sol para que no detenga su marcha y no muera el mundo: come mis restos, sol del altiplano’, dijo Octavio Paz extasiado, mientras que Gibrán Jalil nos revela que el secreto de la muerte está en el corazón de la vida”.

Prosigue: “Para los mesoamericanos, la cabeza, el corazón y la sangre eran muy valiosas, les pertenecían a los dioses. Jorge Luis Borges, en su ‘Historia de la eternidad’, reporta que los islandeses, pueblo de combates, también los apreciaban, a la cabeza la llamaban Peñasco de los hombros; al corazón, dura bellota del pensamiento, mientras que la sangre era la cerveza de los cuervos”.

Y remata en zapoteco: Nannu’ xiñee qué ridxebe’ guendaguti la? Ti cadi naasia’ zate’, Laani nga ti gueta ni zado’no guiranu (¿Sabes por qué no le temo a la muerte? Porque no sólo es para mí, es una tortilla que comeremos todos”).

El artista juchiteco empezó a exponer y vender desde los años setenta en una muestra colectiva del Auditorio Nacional y en galerías de la Zona Rosa, en la Ciudad de México.

Víctor Cha’ca nació el 30 julio de 1948 en Juchitán, Oaxaca, y ha expuesto su obra tanto en México como en el extranjero, por ejemplo: en la Casa de la Cultura de Juchitán, Casa de la Cultura de Tabasco (1981), Galería del Auditorio Nacional (1982), en la exposición itinerante “Almas y Colores de Oaxaca”, en San Antonio, Texas, y Washington, DC (1990), Alianza Francesa de Polanco (1995), Galería del Estado, en Xalapa, Veracruz (2000), y en 2007 participó en el Festival Humánitas, en el Museo de los Pintores Oaxaqueños, Oaxaca, y ahora en la Galería de Los Cien.

De acuerdo con el director general de la galería, Juan Monterrosa, el proyecto Tzompantli será presentado en la Galería Los 100 el próximo viernes 30, con piezas escultóricas de madera que fue rescatada de las casas tradicionales que el terremoto destruyó.

Es un homenaje a los muertos del terremoto, a las casas de los abuelos. Este proyecto incluye un libro y esculturas monumentales. Es un proyecto muy humano, abundó.

Ante la falta de un proyecto de rescate y reconstrucción institucional, aunado al miedo de nuevos terremotos, los damnificados optaron por no recuperar sus viviendas. El 90% de las casas tradicionales de Juchitán nunca más se reconstruyeron con la arquitectura de teja, madera y ladrillos. La mayoría de las vigas, murillos y planchas fueron vendidas a personas de otros estados del país, mientras que otra parte terminó como leña en los hornos, y solo el 10% se recicló en nuevas casas en reconstrucción, reveló la periodista Roselia Cha’ca durante la presentación de la obra.

 

Fuente proceso.com.mx

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